17-02-2012
La semana pasada sentenciaron al Juez Baltazar
Garzón por autorizar la intervención telefónica entre dos involucrados en el
caso Gürtel, relacionado con la trama corrupta especializada en el saqueo de
fondos públicos en España.
Baltazar Garzón, honorable juez que ha llevado
a la silla de la justicia a genocidas del tamaño de Pinochet en Chile, y que se
ha atrevido a realizar investigaciones en torno a los crímenes cometidos
durante la dictadura franquista en España, hoy es inhabilitado de su cargo ante
lo que se conoce ya como el “juicio de
la vergüenza”, aunque para la Audiencia Nacional española, en lo
estrictamente jurídico, la sentencia fue resultado de un procedimiento
“impecable”.
Otra vez, bajo el amparo de lo “estrictamente
jurídico” se juzga, con todo el peso de la ley, la autorización que Garzón
diera para una indagatoria telefónica que pondría al descubierto toda una red
de corrupción que operaba para desfalcar las arcas públicas. En esa red, al
igual que los casos de desapariciones forzadas durante la dictadura, están
involucrados funcionarios públicos y líderes políticos de peso en el país
ibérico.
Esa aplicación estricta de la ley que los
juristas dogmáticos defienden, se utiliza únicamente para poner el ejemplo. Sí,
es verdad, la intervención telefónica no está aprobada para casos de corrupción
en España, pero, ¿de verdad se vulnera el estado de derecho cuando se investiga
a quienes defraudan al estado? ¿es correcto el mensaje que se envía con esta
resolución?
En muchos casos donde al sistema que prevalece
le llamamos democracia y existen
espacios legislativos que permiten la “representación ciudadana”, se han
deformado en aparatos de control político y económico donde quienes tienen el
control de esos espacios, deciden cómo y a quién aplicar la ley.
Baltazar Garzón se había convertido ya en un
personaje incómodo para la mitad de ese poder político que representa al actual
partido en el gobierno y que es el derechista Partido Popular, al igual que en
su momento se volvió incómoda la presencia de López Obrador y por eso se le
inició un proceso de desafuero y posterior ofensiva por parte del duopolio
televisivo.
En la administración pública del país ocurren
las peores atrocidades que se pudiera hacer con los recursos públicos, se
dilapida el dinero, se tira y se hacen negocios sucios de las concesiones
gubernamentales (Ej: guarderías ABC, el fraude de Humberto Moreira para obtener
créditos multimillonarios, Procampo para los encumbrados priístas del Estado de
México, el emblemático caso Ahumada, la red de corrupción que ocurre en la
administración de Pemex; los jueces, abogados y funcionarios de Sinaloa
involucrados en juicios fraudulentos contra la CFE, entre otras tantas decenas
de casos a lo largo y ancho del país).
Todos esos funcionarios corruptos de los que la
población mexicana es víctima, son los que deberían ser llevados a una corte,
obligarlos a separarse del cargo, inhabilitarlos; en lugar de eso, en España, castigaron
al juez, al único que desde su posición se ha atrevido a desafiar al poder
político.
En México,
en cambio, se ha tornado como algo natural, la corrupción es aceptada,
tolerada, se convive con ella, se le reconoce y acepta. Y precisamente ese es
el problema.
Este 15 de
febrero, la Auditoría Superior de la Federación (“Organismo coadyuvante de la
Cámara de Diputados para la revisión de la Cuenta Pública”) dio a conocer el
estudio referido a la fiscalización de la cuenta pública 2010, y en dicho
informe (http://www.asf.gob.mx/uploads/74_Mensajes_del_Titular/Mensaje_del_ASF_-_Entrega_del_IRCP_2010_-15feb12.pdf
), suscrito por el auditor CPC. Juan M.
Portal, se destaca lo siguiente,
con relación a la mega obra de la “Estela
de Luz”:
“De manera específica, se puede señalar: se presentaron retrasos desde
la creación del fideicomiso, la convocatoria del concurso para el anteproyecto
de construcción, la contratación del proyecto ganador, la formalización del contrato
y la ejecución de los trabajos previos.
Asimismo, se presentaron incumplimientos y errores, por parte de todos
los participantes responsables, en materia de estimaciones de costos, falta de
verificación de estudios previos, falta de valoración sobre conceptos de obra
-no previstos y adicionales-; cambios importantes, tanto al proyecto original
como a los procesos de obra, así como carencia de revisión y claridad en
variables de precios unitarios y volúmenes. Adicionalmente, se observó
ambigüedad en los términos y condiciones del proyecto y contratos en general;
la entrega de planos y documentos; el alcance del servicio vinculado con la
coordinación, la evaluación de propuestas y adjudicación, así como la ejecución
de la obra y la supervisión.”
Y claro
está que la pregunta es: ¿Quién va a
pagar por ese cúmulo de errores de una mega obra de la que nos sentimos
apenados todos los que hemos atestiguado su deplorable construcción?.
Y el
problema muchas veces, cuando se encuentran estos errores, es porque
generalmente existe un superior jerárquico, un jefe máximo, que ordena lo que
quiere que se haga, y la orden no admite réplica. Así son, y lo que mejor se
les da, a esos jefes supremos, es dar indicaciones (Ej.: “-tú, subordinado, haz
lo que se te pide, no importa que tengas que violar reglamentos, lineamientos,
leyes, y demás normatividad vigente, tu tarea, es obedecer”) y en ese tenor es
cuando se encuentran casos como el antes señalado.
Pero es lo
que pasa con los juristas mexicanos y españoles, jamás será juzgado un
funcionario de alto nivel por las condiciones en que se desarrolló un proyecto
o se concesionó alguna obra o se dilapidaron recursos, siempre apuntarán a un
funcionario menor que tuvo que ensuciarse las manos para conservar su empleo.
Así están
nuestras instituciones, así se aplica la ley. Yo sigo esperando que alguien
renuncie o se abran investigaciones a partir de esos bochornosos escándalos. Me gusta soñar.
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