Bastantes veces he platicado con compañeros de trabajo, amigos, familia, estudiantes de escuelas públicas y privadas, gente de partidos políticos y funcionarios públicos. Algunas veces también he abordado el tema con quienes se dedican a la iniciativa privada, algunos empresarios, y una vez que llegamos a la conclusión de que ninguna institución en el país funciona, preguntamos, y entonces, ¿qué debemos hacer?
¿Acaso debo dejar mi trabajo? ¿a qué me dedicaría si no es dentro de alguna institución (llámese como se llame)? ¿Acaso debo volverme hippie y vivir el día a día y ya? y es que a mi me genera angustia pensar en salirme de mi zona de confort de clase media (con acceso a la tecnología y a uno que otro concierto y uno que otro viajecillo). ¿Qué debemos hacer?
Ninguna institución en nuestro país funciona porque terminan acomodándose a los intereses de una élite que no se interesa realmente en los objetivos iniciales de dichas instituciones, como los partidos políticos a los que ya no les interesa la voluntad popular, sino el acomodo de intereses; o la procuración de justicia cuya eficacia depende del nivel político- económico del agraviado o agravante; o la iglesia, cuyos líderes eclesiásticos terminan acordando con autoridades corruptas la salvación de sus almas; o la Cruzada contra el hambre, que es evidente para todos que forma parte de la simulación política del sexenio; o los medios de comunicación y la enajenante vida de telenovela desvalorizante difundida y sumergida en el subconciente de millones de mexicanos que no se pierden la novela del canal de las estrellas o el estelar de futbol los domingos.
Al final, los mexicanos no somos más que una bola de enajenados, víctimas de las estrategias del marketing para el consumo de todo lo que esté en oferta o de moda. Ahí estamos, consumiendo y consumiendo basura: televisión satelital o por cable que nos da la sensación de ser cool por no ver televisa (JÁ), planes telefónicos de los que nos quejamos todos los días, películas de poca o nula calidad, conciertos que resultan ser un robo por la ecuación precio+calidad+tiempo, y todos alcoholizados los fines de semana.
Y nos caracterizamos porque no confiamos, no creemos, ni nos involucramos en casi nada con sus excepciones y de manera superficial.
Y la pregunta continua, si para nosotros, para esta generación, nada de lo establecido funciona como creemos que debiera funcionar, ¿qué debemos hacer? dejar nuestros trabajos en la institución que estemos o salirnos del partido político o renunciar a esa empresa jodida que nos trata como esclavos, dejar de consumir productos de las grandes corporaciones, organizar más marchas antipeña, bloquear Televisa Chapultepec, ¿cuál es la alternativa? porque nada de lo anterior resuelve gran cosa.
También hay los que no tienen nada qué perder y por eso los vemos más arriesgados, más enojados, sin miedo y con ganas de que se venga todo esto abajo y empezar de nuevo, y luego, los de la clase media, los vemos de reojo y criticamos y desde la ignorancia censuramos, descalificamos, repetimos la pifia de algún conductor de televisión, "analistas".
No sé a dónde quiero llegar con este texto, hace rato ya que siento enojo y frustración, veo desfilar a los políticos rateros impunemente, a los líderes sindicales corruptos, a los empresarios cínicos, a los gobernantes sinvergüenza dando la mano y saliendo en televisión, a los curas pervertidos, a los medios de comunicación manipulando, a la policía mafiosa e incluso al ciudadano corrompiendo autoridades.
Con lo anterior, caigo en la cuenta de que es este sistema económico-político que nos tiene atados, enajenados, rotos, desalmados: En las escuelas públicas se reproducen esclavos (y no por los sindicatos, no hay que ser estúpidos) porque los planes de estudio se orientan a la reproducción de esclavos (se les enseña lo necesario para desempeñarse en el campo laboral con salarios mínimos) lejos de formar ciudadanos pensantes y responsables, capaces de crear y construir un mejor entorno para todos; en las instituciones públicas te enseñan a tolerar la corrupción, a consecuentar al jefe y las decisiones sin sentido que tomen las autoridades, en la iniciativa privada te enseñan que no vales nada, que es mejor estar callado y no protestar porque si no te corren y ya ven cómo están las cosas afuera.
Y en el campo, en los pueblos, las pequeñas demarcaciones urbanas, la violencia se hace presente: Productores amagados por el crimen organizado mientras las fuerzas públicas detienen el avance de jóvenes protestantes o maestros que deciden no someterse y luchar organizadamente; la organización de policías comunitarias ante el abandono y la indiferencia gubernamental, el robo, el acoso, el miedo, la opresión, la venganza, el terror de estado.
Mientras, mediáticamente nos entretenemos en las redes sociales con el "Candigato Morris", la aparente venganza de la clase media contra los exhibidos "gentelmans" y "ladies", la novela de amor de varios políticos con estrellas de Televisa, etcétera (coloque aquí la noticia del momento).
La mayoría no puede ignorar las próximas elecciones en 14 estados de la república, sin embargo a pocos les importa y pocos serán los que voten, movidos todos por sus respectivas estructuras partidarias, con despensa previa y agasajo posterior (si ganan), la reproducción de lo mismo.
Somos un país con los valores rotos, una sociedad cansada, harta, fastidiada de tener que reproducir lo que vemos porque no nos queda de otra. Preferimos dar la mordida al poli a tener que enfrentar la consecuencia de nuestros actos, no respetamos la ley porque nadie lo hace.
Nos queda la reflexión, la insistencia en reconstruirnos con nuevos valores, fortaleciendo una nueva moral que nos vuelva una sociedad más compasiva hacia nuestro prójimo y más firme y dura contra la corrupción y el cinismo; una sociedad más derecha y menos tramposa; más amorosa y menos desconfiada.
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