martes, 11 de junio de 2013

Hartazgo social

Bastantes veces he platicado con compañeros de trabajo, amigos, familia, estudiantes de escuelas públicas y privadas, gente de partidos políticos y funcionarios públicos. Algunas veces también he abordado el tema con quienes se dedican a la iniciativa privada, algunos empresarios, y una vez que llegamos a la conclusión de que ninguna institución en el país funciona, preguntamos, y entonces, ¿qué debemos hacer?

¿Acaso debo dejar mi trabajo? ¿a qué me dedicaría si no es dentro de alguna institución (llámese como se llame)? ¿Acaso debo volverme hippie y vivir el día a día y ya? y es que a mi me genera angustia pensar en salirme de mi zona de confort de clase media (con acceso a la tecnología y a uno que otro concierto y uno que otro viajecillo). ¿Qué debemos hacer?

Ninguna institución en nuestro país funciona porque terminan acomodándose a los intereses de una élite que no se interesa realmente en los objetivos iniciales de dichas instituciones, como los partidos políticos a los que ya no les interesa la voluntad popular, sino el acomodo de intereses; o la procuración de justicia cuya eficacia depende del nivel político- económico del agraviado o agravante; o la iglesia, cuyos líderes eclesiásticos terminan acordando con autoridades corruptas la salvación de sus almas; o la Cruzada contra el hambre, que es evidente para todos que forma parte de la simulación política del sexenio; o los medios de comunicación y la enajenante vida de telenovela desvalorizante difundida y sumergida en el subconciente de millones de mexicanos que no se pierden la novela del canal de las estrellas o el estelar de futbol los domingos.

Al final, los mexicanos no somos más que una bola de enajenados, víctimas de las estrategias del marketing para el consumo de todo lo que esté en oferta o de moda. Ahí estamos, consumiendo y consumiendo basura: televisión satelital o por cable que nos da la sensación de ser cool por no ver televisa (JÁ), planes telefónicos de los que nos quejamos todos los días, películas de poca o nula calidad, conciertos que resultan ser un robo por la ecuación precio+calidad+tiempo, y todos alcoholizados los fines de semana.

Y nos caracterizamos porque no confiamos, no creemos, ni nos involucramos en casi nada con sus excepciones y de manera superficial.

Y la pregunta continua, si para nosotros, para esta generación, nada de lo establecido funciona como creemos que debiera funcionar, ¿qué debemos hacer? dejar nuestros trabajos en la institución que estemos o salirnos del partido político o renunciar a esa empresa jodida que nos trata como esclavos, dejar de consumir productos de las grandes corporaciones, organizar más marchas antipeña, bloquear Televisa Chapultepec, ¿cuál es la alternativa? porque nada de lo anterior resuelve gran cosa.

También hay los que no tienen nada qué perder y por eso los vemos más arriesgados, más enojados, sin miedo y con ganas de que se venga todo esto abajo y empezar de nuevo, y luego, los de la clase media, los vemos de reojo y criticamos y desde la ignorancia censuramos, descalificamos, repetimos la pifia de algún conductor de televisión, "analistas".

No sé a dónde quiero llegar con este texto, hace rato ya que siento enojo y frustración, veo desfilar a los políticos rateros impunemente, a los líderes sindicales corruptos, a los empresarios cínicos, a los gobernantes sinvergüenza dando la mano y saliendo en televisión, a los curas pervertidos, a los medios de comunicación manipulando, a la policía mafiosa e incluso al ciudadano corrompiendo autoridades.

Con lo anterior, caigo en la cuenta de que es este sistema económico-político que nos tiene atados, enajenados, rotos, desalmados: En las escuelas públicas se reproducen esclavos (y no por los sindicatos, no hay que ser estúpidos) porque los planes de estudio se orientan a la reproducción de esclavos (se les enseña lo necesario para desempeñarse en el campo laboral con salarios mínimos) lejos de formar ciudadanos pensantes y responsables, capaces de crear y construir un mejor entorno para todos; en las instituciones públicas te enseñan a tolerar la corrupción, a consecuentar al jefe y las decisiones sin sentido que tomen las autoridades, en la iniciativa privada te enseñan que no vales nada, que es mejor estar callado y no protestar porque si no te corren y ya ven cómo están las cosas afuera.

Y en el campo, en los pueblos, las pequeñas demarcaciones urbanas, la violencia se hace presente: Productores amagados por el crimen organizado mientras las fuerzas públicas detienen el avance de jóvenes protestantes o maestros que deciden no someterse y luchar organizadamente; la organización de policías comunitarias ante el abandono y la indiferencia gubernamental, el robo, el acoso, el miedo, la opresión, la venganza, el terror de estado.

Mientras, mediáticamente nos entretenemos en las redes sociales con el "Candigato Morris", la aparente venganza de la clase media contra los exhibidos "gentelmans" y "ladies", la novela de amor de varios políticos con estrellas de Televisa, etcétera (coloque aquí la noticia del momento).

La mayoría no puede ignorar las próximas elecciones en 14 estados de la república, sin embargo a pocos les importa y pocos serán los que voten, movidos todos por sus respectivas estructuras partidarias, con despensa previa y agasajo posterior (si ganan), la reproducción de lo mismo.

Somos un país con los valores rotos, una sociedad cansada, harta, fastidiada de tener que reproducir lo que vemos porque no nos queda de otra. Preferimos dar la mordida al poli a tener que enfrentar la consecuencia de nuestros actos, no respetamos la ley porque nadie lo hace.

Nos queda la reflexión, la insistencia en reconstruirnos con nuevos valores, fortaleciendo una nueva moral que nos vuelva una sociedad más compasiva hacia nuestro prójimo y más firme y dura contra la corrupción y el cinismo; una sociedad más derecha y menos tramposa; más amorosa y menos desconfiada.

lunes, 21 de enero de 2013

comunicado del sub Marcos


‎"Eso de derecha e izquierda, son sólo referentes para que el chofer estacione el auto"...


ELLOS Y NOSOTROS.
I.- Las (sin) razones de arriba.
Enero del 2013.
Hablan los de arriba:
“Nosotros somos los que mandamos. Somos más poderosos, aunque seamos menos. No nos importa lo que digas-escuches-pienses-hagas, siempre y cuando estés mudo, sordo, inmóvil.
Podemos imponer como gobierno a gente medianamente inteligente (aunque ya es muy difícil de encontrar en la clase política), pero elegimos a uno que ni siquiera puede simular que sabe de qué va el asunto.
¿Por qué? Porque podemos hacerlo.
Podemos usar al aparato policíaco y militar para perseguir y encarcelar a verdaderos delincuentes, pero esos criminales son parte vital nuestra. En cambio elegimos perseguirte, golpearte, detenerte, torturarte, encarcelarte, asesinarte.
¿Por qué? Porque podemos hacerlo.
¿Inocente o culpable? ¿Y a quién le importa si eres uno o lo otro? La justicia es una puta más en nuestra libreta de direcciones y, créenos, no es la más cara.
Y aunque cumplas al pie de la letra con el molde que imponemos, aunque no hagas nada, aunque seas inocente, te aplastaremos.
Y si insistes en preguntar por qué lo hacemos, te respondemos: porque podemos hacerlo.
Eso es tener el Poder. Se habla mucho de dinero, riquezas, y esas cosas. Pero créenos que lo que excita es este sentimiento de poder decidir sobre la vida, la libertad y los bienes de cualquiera. No, el poder no es el dinero, es lo que puedes tener con él. El Poder no es sólo ejercerlo impunemente, también y sobre todo, hacerlo irracionalmente. Porque tener el Poder es hacer y deshacer sin tener más razón que la posesión del Poder.
Y no importa quién aparezca al frente, ocultándonos. Eso de derecha e izquierda, son sólo referentes para que el chofer estacione el auto. La máquina funciona por sí sola. Ni siquiera tenemos que ordenar que castiguen la insolencia de desafiarnos. Gobiernos grandes, medianos y pequeños, de todo el espectro político, además de intelectuales, artistas, periodistas, políticos, jerarcas religiosos, se disputan el privilegio de agradarnos.
Así que jódete, chíngate, púdrete, muérete, desilusiónate, ríndete.
Para el resto del mundo no existes, eres nadie.
Sí, hemos sembrado el odio, el cinismo, el rencor, la desesperanza, elvalemadrismo teórico y práctico, el conformismo del “mal menor”, el miedo hecho resignación.
Y, sin embargo, tememos que eso se transforme en rabia organizada, rebelde, sin precio.
Porque el caos que imponemos lo controlamos, lo administramos, lo dosificamos, lo alimentamos. Nuestras “fuerzas del orden” son nuestras fuerzas para imponer nuestro caos.
Pero el kaos que viene de abajo…
Ah, ése… ni siquiera entendemos qué dicen, quiénes son, cuánto cuestan.
Y luego son tan groseros de ya no mendigar, esperar, pedir, suplicar, sino ejercer su libertad. ¡Habrase visto tamaña obscenidad!
Eso es el verdadero peligro. Gente que mira para otro lado, que se sale del molde, o lo rompe, o lo ignora.
¿Sabes que nos ha dado muy buen resultado? Ese mito de la unidad a toda costa. Entenderse sólo con el jefe, dirigente, líder, caudillo, o como se llame. Controlar, administrar, contener, comprar a un@ es más fácil que a muchos. Sí, y más barato. Eso y las rebeldías individuales. Son tan conmovedoramente inútiles.
En cambio, lo que sí es un peligro, un caos verdadero, es que cada quien se haga colectivo, grupo, banda, raza, organización, y en su lado aprenda a decir “no” y a decir “sí”, y que se pongan de acuerdo entre ellos. Porque el “no” apunta a quienes mandamos. Y el “sí”… uf… eso sí es una calamidad, imagínate que cada quién construya su propio destino, y decidan qué ser y hacer. Sería tanto como señalar que nosotros somos los prescindibles, los que sobramos, los que estorbamos, los que no somos necesarios, los que debemos ser encarcelados, los que debemos desaparecer.
Sí, una pesadilla. Sí, claro, sólo que ahora para nosotros. ¿Te imaginas de qué mal gusto sería ese mundo? Lleno de indios, de negros, de cafés, de amarillos, de rojos, de rastas, de tatuajes, de piercings, de estoperoles, de punks, de darket@s, de chol@s, de skater@s, de esa bandera de la “A” tan sin nación para comprarla, de jóvenes, de mujeres, de put@s, de niñ@s, de ancianos, de pachucos, de choferes, de campesinos, de obreros, de nacos, de proles, de pobres, de anónimos, de… de otr@s. Sin un espacio privilegiado para nosotros, “the beautiful people“… la “gente bien” para que nos entiendas…. porque se ve a la legua que tú no estudiaste en Harvard.
Sí, ese día sería noche para nosotros… Sí, todo reventaría. ¿Que qué haríamos?
Mmh… no habíamos pensado en eso. Pensamos, planeamos y ejecutamos qué hacer para impedir que ocurra, pero… no, no se nos había ocurrido.
Bueno, en el dado caso, pues… mmh… no sé… puede ser que buscaríamos culpables y luego, pues buscar, no sé, un plan “B”. Claro que para entonces todo sería inútil. Creo que entonces recordaríamos la frase de ese maldito judío rojo… no, Marx no… Einstein, Albert Einstein. Me parece que fue él quien dijo: “La teoría es cuando se sabe todo y nada funciona. La práctica es cuando todo funciona y nadie sabe por qué. En este caso hemos combinado la teoría y la práctica: nada funciona… y nadie sabe por qué.”
No, tienes razón, ni siquiera alcanzaríamos a sonreír. El sentido del humor siempre ha sido un patrimonio no expropiable. ¿No es una pena?
Sí, a no dudarlo: son tiempos de crisis.
Oye, ¿y no vas a tomar fotos? Digo, para arreglarnos un poco y ponernos algo más decente. Nah, ese modelito ya lo usamos en “Hola”… ah, pero qué te contamos, se ve claro que tú no has pasado del “libro vaquero”.
Ah, no podemos esperar a contarle a nuestr@s amig@s que nos vino a entrevistar uno tan… tan… tan… otro. Les va a encantar. Y, bueno, a nosotr@s nos va a dar un aire tan cosmopolita…
No, claro que no te tememos. En cuanto a esa profecía… bah, se trata sólo de supersticiones, tan… tan… tan autóctonas… Sí, tan de región 4… jajajaja… qué buen chiste, deja lo apuntamos para cuando veamos a l@s chic@s…
¿Qué?… ¿no es una profecía?…
Oh, es una promesa…
(…) (sonido de titutata-tatatatá, del esmartfon)

Bueno, ¿policía? Sí, para reportar que vino alguien a vernos. Sí, pensamos que era un periodista o algo así. Se veía tan… tan… tan otro, sí. No, no nos hizo nada. No, tampoco se llevó nada. Es que, ahora que salíamos al club para ver a nuestr@s amig@s, estamos viendo que han pintado algo en el portón de entrada al jardín. No, los guardias no se dieron cuenta de quién. ¡Claro que no!, los fantasmas no existen. Bueno, está pintado así con muchos colores… No, no vimos ningún bote de pintura cerca… Bueno, le decíamos que está pintado con muchos colores, así, muy colorido, muy naco, muy otro, nada qué ver con las galerías donde… ¿qué? No, no queremos que mande ninguna patrulla. Sí, ya sabemos. Pero hablamos para ver si pueden investigar qué quiere decir lo que está pintado. No sabemos si es una clave, o una lengua de ésas raras que hablan los proles. Sí, es una sola palabra, pero no sabemos por qué nos produce escalofríos. Dice:
¡MARICHIWEU!”
(continuará…)
Desde cualquier rincón, en cualquiera de los mundos.
SupMarcos.
Planeta Tierra.
Enero del 2013.